15 nov 2010

LA DEHESA.
La dehesa constituye un magnífico ejemplo de ecosistema equilibrado, con el hombre y los animales domésticos armónicamente integrados en un bosque abierto, que soporta y se beneficia de esta presencia. En esencia la dehesa consiste en una malla con árboles diseminados, que bombean agua y bases del subsuelo y depositan hojarasca, correctora de las principales deficiencias edáficas, a la vez que protegen de la erosión, reducen la temperatura ambiente en verano, aumentan la humedad relativa en el momento más necesario, resguardan al ganado de vientos e inclemencias y ponen a disposición del hombre la fertilidad acumulada en el suelo, y los espacios intercalados de pastos y labores con grandes períodos de descanso.
Desde tiempos remotos, el hombre ha convivido de esta forma con la encina y a través de las generaciones se ha forjado un carácter, del que aún hoy encontramos rastros entre las gentes que viven de la dehesa o sus descendientes. La dehesa alberga de este modo al hombre, que contribuye a su mantenimiento y equilibrio de diferentes formas: aclarando las encinas para facilitar el desarrollo de los pastos, tallando sus copas para hacerlas más fructíferas (poda) y llevando de una forma racional una gran diversidad de ganado, que mantiene las condiciones óptimas de la pradera, pastándola y enriqueciéndola con el aporte de sus excrementos. Favoreciendo la fauna cinegética más apetecida (conejos, palomas, perdices), hasta generarse un superdepredador especifico el lince ibérico.
En una dehesa bien conservada se evita la matorralización mediante el pastoreo de las diversas cargas ganaderas, a los diferentes usos (entre ellos el manejo del fuego) y a la labor de terrenos de cultivo. Así el aprovechamiento extensivo permite obtener de las tierras de labor forraje y cereal, y en casos favorables productos de huerta y frutos cultivados. De los pastos, la dehesa más reconocible, se obtienen los forraje, bellotas y ramón para alimentar al ganado, así como algo de leña de las podas, corcho si hay alcornoques y otros frutos que puedan coexistir, aunque el gran tesoro es la bellota del que una encina puede producir de 5 a 14 kg./año, aunque se conoce el caso de un pie en Córdoba que dio hasta 600 kg./año. Del monte se obtiene la mayor parte de la leña, la caza, corcho cada 9-10 años, setas y otros "frutos" silvestres, y es donde suelen ubicarse las colmenas para evitar las molestias al ganado. De esta forma se producen varios aprovechamientos directos de los que claramente destacan, fuera de la autosuficiencia, la producción de cereal y forraje, la de leña, y la del ganado principalmente, así como otras secundarias y casi abandonadas entre las que destaca el corcho, la caza, la miel, la elaboración de quesos y otros productos artesanales (castañas, nueces, cerezas, setas). Otros usos ya abandonados serían la producción de carbón vegetal, la lana, la cestería, la marroquinería, etc. Hoy por hoy el mayor beneficio viene dado por las ayudas económicas de la PAC y la comercialización de la carne y elaboración de chacinerías artesanales, tan renombradas como las de cerdo ibérico, y puntualmente por el turismo rural que amplia las posibilidades del producto artesanal y el de fin de semana que permite la supervivencia de la actividad hostelera.
El arbolado, compuesto por encinas (Quercus rotundifolia), alcornoques (Q. suber), quejigos ibéricos (Q. faginea) o quejigos lusitanos (Q. broteroi) y, en los puntos más elevados y en umbrías pueden aparecer melojos (Q. pyrenaica), quejigos andaluces (Q. canariensis) o fresnos (Fraxinus angustifolia), mientras que en la porción más meridional pueden estar acompañados por algarrobos (Ceratonia silicua) o acebuches (Olea europea var. sylvestris) puede aparecer con una densidad muy variable, desde el bosque apenas aclarado hasta el majadal arbolado.
En función del número de árboles presentes varían las condiciones de sombra en los estratos inferiores. Este factor condiciona la aparición de especies cada vez más heliófilas a medida que disminuye el número de árboles. La tendencia natural del bosque al ser aclarado, es la de cubrir los espacios abiertos a base de nuevos rebrotes, y la aparición de otras especies de arbustos y matorral. Contrarestado por el ramoneo del ganado y de ungulados silvestres de interés cinegético como el venado, el corzo y el jabalí o los introducidos históricamente gamo y muflón.

Figura 1: Catena idealizada de los usos característicos de una dehesa tipo. Los distintos paisajes tradicionales presentan una distribución condicionada por el tipo de gestión asociado a las características geomorfológicas de disponibilidad hídrica y de nutrientes. Modificado de "Los Bosques Ibéricos".
Pero estos no son los únicos beneficios de los árboles de la dehesa, ya que conservan el suelo, favorecen la aparición de los pastos porque aumentan la fertilidad, disminuyen el efecto dañino de las precipitaciones, aumentan la humedad, movilizan nutrientes del suelo, disminuye la temperatura en superficie y la radiación directa, al tiempo que canaliza las aguas al suelo evitando la erosión. Por todo esto en primavera y hasta el otoño se producen entre 900 y 2300 kg. de pasto en peso seco por hectárea, lo que puede alimentar una gran carga ganadera. Pero para ello es necesario un trabajo continuo dada su inestabilidad siendo reguladas las labores en Extremadura por el Anexo 3 de la Ley de la Dehesa de Extremadura (Ley 1/1986, DOE. 15 de Mayo de 1986) como la entresaca (eliminación selectiva de píes), el descuaje del matorral, el laboreo ("técnica cultural obligatoria") y las podas. Sin estos mantenimientos la matorralización es rápida.
La ganadería de la dehesa esta representada por razas adaptadas durante siglos a este medio y que encuentran en el abrigo y sustento. Así vacas, caballerías, ovejas, cabras, cerdos, pavos, gallinas, palomas y colmenas forman parte de este paisaje. Tradicionalmente el ganado se repartía por distintas las diferentes franjas de terreno en función de optimizar el aprovechamiento de los recursos. En las porciones superiores donde abundan especies de matorral poco palatables, algunos roquedos y escasos pastos se apacían las cabras. En la franja inferior de menores pendientes y con mayor abundancia de arbolado a cuya sombra se desarrollan pastos y matorrales más palatables a las que hay que sumar la existencia de bellotas, frutos y setas son las zonas donde se desarrolla el ganado porcino de la excelente raza ibérica. Las ovejas en cambio se mantienen en las zonas bajas en las majadas, aunque pastan por los diferentes tipos de pastizales, en estas zonas de pie de monte se acumula materia orgánica que sumada al efecto del ganado produce los majadales. Las zonas bajas se dedican a cultivos pero también a la ganadería de vacuno (razas retinta y lidia), así como excelentes caballerías.
Una vez entendidos los diversos aprovechamientos y el dinamismo de la dehesa. Esta puede estudiarse diferenciando sus tres componentes principales: El monte, los cultivos y los pastizales. En el apartado siguiente se tratará el monte, o sea de la formación de quercíneas en bosque y sus etapas de matorral.
Los cultivos como se ha comentado se hacen a tres o cuatro hojas sustituyendo cada 3 o 4 años en función del terreno los cereales por leguminosas, además de los cereales y la alfalfa también se llega a cultivar girasol. En terrenos desmontados de matorral para aprovechar su fertilidad se cultiva en ocasiones centeno para el ganado. A los cultivos suele corresponder entre el 10 al 30 por ciento del terreno.
Los pastizales de la dehesa, bajo este término se engloba una gran variedad de comunidades herbáceas, relacionadas con la mayor o la menor fertilidad y disponibilidad hídrica. En las zonas más pobres se establecen pastizales de efímeros o posíos, seguidos de vallicares pobres, vallicares normales, majadales secos y húmedos, y finalmente los vallicares de siega y los bonales, si la hidromorfía es aún mayor.
Los posíos, constituidos casi exclusivamente por terófitos, ocupan la mayor parte de la dehesa. Su productividad es muy variable en función de la meteorología, aunque son los más diversos. Entre estos destacan especies del genero Vulpia, Trifolium cherleri, T. glomeratum, Erodium cicutarium, Anthyllis lotoides, Sedum caespitosum, S. arenarium, Biserrula pelecinus, Logfia minima, Xolantha guttata, X. echioides, Aphames microcarpa, Arenaria leptoclados, Tolpis barbata, etc.
Los majadales son los pastizales por excelencia de las dehesas, representando un modelo ejemplar de interacciones entre la vegetación herbácea y los herbívoros domésticos, presentándose en zonas querenciosas para el ganado, especialmente ovino, como las majadas u otras edificaciones similares (tinaones, zahurdas). Así aparecen especies nitrófilas con resistencia al pisoteo y al consumo que se desarrollan en los primeros centímetros de suelo, resultando un tapiz denso, muy productivo y diverso. Las especies más representativas del majadal son: Poa bulbosa y Trifolium subterraneum. También aparecen otras especies como Spergularia rubra, Hypochoeris glabra, Trifolium suffocatum T. bocconei, Taraxacum dens-leonis, Erodium botrys, Odontites tenuifolia, Bellis perennis, Narcissus bulbocodium, Parentucellia latifolia, Bufonia macropetala, Onobrychis humilis, etc. En situaciones de mayor humedad desaparecen algunas leguminosas y aparecen más gramíneas perennes como Cynodon dactylon, Dactylis glomerata, Cynosurus echinatus o Agrostis castellana. En condiciones de mayor basicidad aparecen especies del genero Astragalus junto a Ranuncullus bullatus, Scorpiurus muricatus o S. vermiculatus.
Con el descenso de la actividad transhumante y la sustitución del ganado ovino por el vacuno este tipo de formaciones esta sufriendo un lento pero continuo deterioro, la excesiva nitrificación hace aparecer elementos de menor palatabilidad como Malva nicaensis, Chenopodium album, Descurainia sophia, Crepis vesicaria subsp. haenseleri, Medicago polymorpha o Silene gallica.
Los vallicares ocupan zonas fértiles y húmedas presentando valores elevados de producción, actuando en ocasiones como prados de siega. En su composición intervienen elementos de alta calidad pastoril como: Agrostis spp., Alopecurus pratensis, Festuca pratesis, Gaudinia fragilis, Trifolium repens, T. pratensis, T. micranthum, etc.
Los bonales representan un caso extremo de vallicar sometido a encharcamiento temporal abunda Ophioglossum lusitanicum, Mentha pulegium, Anthoxanthum odoratum, Cynosurus cristatus, Lotus hispidus. En estos medios puede aparecer Isoetes durieui, especie considerada vulnerable en Andalucía.